"Mi patria es donde tú estás" |
El 30 de Mayo de 2003 significó un parteaguas en mi vida...nada volvió a ser igual.
Ese día pronuncié, al lado del hombre que amo las siguientes palabras: "yo Paloma, prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso"...
No tenía idea del impacto de esta decisión en mi vida. Sabía que muchas cosas iban a cambiar, pero no tenía idea de qué tanto.
Casarse no es nada del otro mundo. Britney Spears lo hizo en una borrachera y ese matrimonio duró 48 horas...
En mi caso, no solo significaba el compartir mi vida y mi persona con alguien, sino también irme a vivir a 18,000 kilómetros de mi terruño, en un país con otro idioma y una diferencia mínima de 20 grados de temperatura. Para mí significaba no sólo el cambio de estado civil, sino también el cambio de país, de clima, de idioma y estilo de vida. No eran variables que permitieran asimilarse en poco tiempo.
Mujeres como yo, que arriesgamos piel y corazón en la empresa de amar a un hombre que es tan diferente a ti, que tiene otra educación, otro bagaje cultural, somos muy valientes. Dejar lo hasta ahora conocido para iniciar una nueva vida en un país lejano, sin más familia que la adquirida ahora, sin un colchón a prueba de caídas, sin amigos cercanos , ellos viven a miles de kilómetros de tí.
Si, se necesita tener una dosis de locura para emprender ese camino y toneladas de paciencia, de apertura, de tolerancia y de madurez para continuar en el mismo. Es apostarle toda nuestra fortuna y nuestra fé a un sólo número en la ruleta..el riesgo es enorme, pero si ganas, ganas algo que no compra el dinero: amor que edifica, amor que construye, amor que da fruto.
Yo no creía en un inicio en el matrimonio. Hija de padres divorciados y que no se llevaban bien fuí mudo testigo del fracaso matrimonial de muchas personas a mi alrededor, amistades y familiares, así que me parecía algo más improbable que sacarse la lotería el tener un matrimonio que funcionara. Todo lo que había visto era más bien mujeres sufridas, padres desobligados, familias dolientes....asi que perdí la fé en el matrimonio antes de experimentarlo.
En el ´99 conocí a el Dr. Telo y a Diana, su esposa. Ellos eran mis vecinos cuando me mudé a La Paz por motivos de trabajo. Eran una pareja bien "pareja", a pesar que seguían el modelo tradicional- impensable para mí en esa época- mujer en casa, hombre sostén de la familia. Cada uno vivía su rol con entrega y sin reproches. Diana no estaba supeditada a su marido, era una mujer independiente, amable, risueña que le dedicaba su mayor devoción y que tenían un sueño común: engendrar vida! . Tenían problemas de esterilidad pero, eso en vez de alejarlos y lanzarse culpas, los unió más y empezaron a ahorrar con ahínco para poder pagar los tratamientos de inseminación que les permitirían tener los hijos tanto deseados. Eran compañeros, amigos y amantes y se les notaba el amor y la entrega a la causa común.
El camino hacia los retoños no fué fácil, duró ocho años, pero llegaron. Hoy viven felices con sus trillizas y siguen amándose, se les nota en su mirada y se ven plenos.
Posteriormente conocí a Michael y Rosemarie, mis padres anfitriones cuando viví de intercambio en Canadá. Tenían dos niños pequeños que eran un sol de alegría y una vida familiar muy intensa, salían mucho con los chicos e invertían mucho tiempo en sus hijos. Como yo vivi en su casa, fuí testigo del buen equipo que formaban, lo que se apoyaban y como reían mucho juntos. La familia completa era armoniosa y feliz y lo derrochaban.
Esas personas sin querer me dieron nuevas ilusiones y un matiz del matrimonio totalmente diferente. Gracias a la luz que irradiaban empecé a creer que tal vez sí era posible lograr una completa comunión con alguien, si ambos estaban en la misma línea y tenían los mismos objetivos en su vida.
Empecé a desear un compañero con quien yo pudiera contruir y edificar juntos.
Cuando por fin lo tuve enfrente, por poco no lo reconozco...Estaba tan contaminada por ideas, por prejuicios, por miedos, por apegos, que por poco casi lo habría dejado partir por no tener el valor de enfrentar mis retos. Salir de mí misma para ir al encuentro del otro, aunque ese encuentro estaba a dieciocho mil kilómetros de distancia. Pero el corazón sabía la verdad: que si decia "NO" me arrepentiría hasta el último de mis días. Ante esa perspectiva, decidí hacer lo propio: salir a su encuentro y correr los riesgos que fueran necesarios.
Un matrimonio binacional es como cualquier otro matrimonio, que además lleva cargando las nostalgias, las añoranzas, los esfuerzos de una de las partes por adaptarse al nuevo entorno y la otra por comprender, ayudar y hacer menos pesada la carga del otro.
El riesgo de fracasar es mayor...están sometidos a un estrés treméndo y mucho mayor que un matrimonio convencional. Se requiere mucha paciencia, comprensión, respeto, generosidad, y una dosis de madurez excelsa para poder sacar la complicada empresa adelante.
He conocido muchos matrimonios que a pesar de casarse totalmente enamorados, no pueden soportar el embiste del enemigo común: la nostalgia, que como despechada viuda negra teje su red encima de la parte migrante, hasta que termina por ahogarla. No es posible hacer una generalización, cada situación es diferente y cada historia tiene un desenlace propio.
"...En la salud y en la enfermedad y amarte, honrarte y respetarte todos los días de mi vida"...
La promesa sigue vigente, hoy más que nunca
Decir "te amo como el primer día sería injusto", el amor también se tranforma y madura, se vuelve más sereno, más pleno, más generoso, menos egoísta, más entregado. Tras nueve años compartimos un hogar, dos retoños, muchos amigos, lazos invisibles que unen pero no atan y que en la cercanía nos permiten crecer juntos y también en lo individual.
Mis respectos a todas esas valientes amazonas que dejan su país, su entorno seguro, por el amor a una persona, en una empresa incierta, ardua y riesgosa, en la que no hay garantía. Mi deseo es que sean felices, que sus maridos valoren el tremendo sacrificio que hacen y que dicha experiencia las haga crecer enormemente como personas y que dé mucho fruto.
Un renocimiento a todos esos hombre que son lo suficientemente generosos e inteligentes para valorar el amor de una mujer que deja todo para estar con ellos y que le ayudan hombro con hombro a salir adelante en un país para ella ajeno y extraño. Gracias por entender que a veces necesitamos de manera urgente el contacto con nuestos origenes y nuestras raíces...
Un abrazo amoroso,
Paloma